domingo, 28 de julio de 2024

Cuatro

Mi viejo pone todas las noches, un par de zapatillas suyos y unos de mi mamá frente a la puerta de entrada, los acomoda simétricos, uno al lado del otro, en caso haya un temblor de madrugada y puedan salir de casa fácilmente, con el calzado adecuado, no hay una sola noche que no lo haga, yo llego a casa a media noche y él me espera sin esperarme, ambos sabemos que yo soy la razón de su desvelo, justo ya me estaba yendo a dormir, me dice todas las noches, me espera con la tetera lista y con la cantidad necesaria de agua para poder prepararme un té que me haga entrar en calor, la calle está helada, con trece o catorce grados todas las noches, yo camino de regreso a casa con los audífonos puestos, escuchando Esto es real gangsta love de Trueno, en bucle, la canción se repite una y otra vez, Trueno y sus rimas porteñas me ponen en un estado de evasión total, la garúa limeña empapa mi cara, mis anteojos, la cabeza grande con los pelos que se caen amenazando, de tenerlos largos hasta los hombros, los he cortado casi al rape, un miedo absurdo a quedarme pelado, sin cabellos que tapen mi cabezota, que nunca deja de pensar, de re pensar, así como mi viejo coloca esas zapatillas cada noche, así me tomo las pastillas todos los días para estar balanceado, verbo horrible que usan el psiquiatra y la psicóloga, zapatillas y pastillas, comprimidos diarios que marcan el momento, mañanas, tardes, noches, y a la cama, que el día se acabó y las horas han pasado sin pena ni gloria, se consumieron como un cigarro que ya dejé y que no puedo volver a fumar, porque algunas cosas no tienen vuelta atrás, ni la nicotina, ni la coca, ni la muerte, ni la muerte.

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